La Azabache mayor tiro un plato al piso rompiéndolo en miles de pedacitos esparcidos por todo el suelo, el rubio bufo con la mirada, pero intentando no soltar quejido recogiendo las cosas con las palabras en la boca.
Una azabache recién lleganda de su viaje a España entró en el lugar con las maletas en sus manos, le había llamado la atención que apenas entrando a su casa de la niñez escuchó un plato rompiéndose, apenas llegó al lugar, saludo a su madre con los labios mientras ayudaba al rubio a levantar los pedacitos del piso.
-N-no se preocupe Señorita yo lo levantó.-Habló nervioso el rubio de 25 años, sin nisiquiera levantar la mirada, se controlaba internamente de no gritar.
-Exacto Hija, la muchedumbre se encargará de eso.-Dijo la madre de la ojos azules.
-Todos necesitamos ayuda Madre.-Termino de levantar el plato roto junto con el joven, quien por fin levantó la mirada sorprendiendose con quién estaba al frente.
-Los agrestes están para servirnos por algo.-Termino enojada la azabache mayor.
-¿Los agrestes?-Pregunto y volvió su mirada al joven quien automáticamente bajo la mirada.-Ellos nos sirvieron por años-Volvio su mirada a su madre enfrentándola.-Pensé que ya los habías tomado como una familia, que cambió...antes de irme...-La azabache mayor la interrumpió.
-¡Pero nada! Adrien retirate de aquí, quiero hablar en privado con Marinette.-Dijo enojada, ambos jóvenes se miraron sorprendidos.
-...-No dijieron nada pero sus miradas contaban más de mil palabras, miles de recuerdos vinieron a su mente, sentimientos sobre todo y la azabache hizo una sonrisa tonta, el rubio estaba apunto hasta que la mujer les grito otra vez.
-¡Vete!-La ojos azules le dijo que se vaya con la mirada, y el simplemente la obedeció.
¿Qué eran esos recuerdos, sentimientos de ambos jóvenes?
Sobre todo hay que pensar en que...son prohibidos.
-Amo lo prohibido, es atrayente-