La brisa resonaba en sus oídos. Tranquilo. Sereno. Muchos sinónimos que parecían encajar de la misma forma en cuanto a la forma en la que podía describir el ambiente. Se sentía bien. Respiró el aire, con esa sensación de paz en su interior, mientras oía esas pequeñas risitas y pasos aniñados aproximarse a su dirección, respondiendo con una sonrisa, al ver esos gigantescos ojos y dientes de leche hacerse presentes en una risita de entusiasmo. - ¡Papi, ya es hoda de contadme una histodia!-le había dicho con su tono dulce y aniñado, a lo que su contrario suspiró, encaminándose hasta la reposera, donde su niña se acomodaba en su regazo, atenta a cada expresión y palabra que articulaba. Le encantaban sus historias, aunque ella no supiera que todas eran basadas en hechos de la vida real, su vida, real. - ¿Si? ¿No es un poco tarde ya para una historia?-dejó escapar una risa tranquila de sus labios, acariciando la espalda de su pequeña, la cual negó efusivamente ante su comentario, dando pequeños saltitos de entusiasmo e impaciencia sobre su pierna, arrimándose a su brazo. - ¡No, no lo es, no me duedmo si no me cuentas histodias!-dijo con un pequeño puchero, a lo que el contrario había sonreído enternecido por su tono de voz. - Bueno, bueno, te la contaré, antes de que tu padre venga a regañarnos.-le había dicho en un susurro, asomando su mano como si estuviese contándole un secreto.- ¿Lista? - ¡Lista, Lista!-se acomodó expectante sobre el contrario, observándolo atentamente, esperando a su gran relato. - Bueno, esta historia será un poco diferente...-le dijo con una sonrisa, sin dejar su semblante sereno. - Esta historia es sobre como un lobo y un vampiro, lucharon con las adversidades de sus propias vidas, para formar una relación de amor. «Una relación... Que tuvo muchas repercusiones... » pensó. «Mi relación.» - Todo comenzó desde esa oscura noche en la cafetería...
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