La brisa resonaba en sus oídos. Tranquilo. Sereno. Muchos sinónimos que parecían encajar de la misma forma en cuanto a la forma en la que podía describir el ambiente.
Se sentía bien.
Respiró el aire, con esa sensación de paz en su interior, mientras oía esas pequeñas risitas y pasos aniñados aproximarse a su dirección, respondiendo con una sonrisa, al ver esos gigantescos ojos y dientes de leche hacerse presentes en una risita de entusiasmo.
- ¡Papi, ya es hoda de contadme una histodia!-le había dicho con su tono dulce y aniñado, a lo que su contrario suspiró, encaminándose hasta la reposera, donde su niña se acomodaba en su regazo, atenta a cada expresión y palabra que articulaba. Le encantaban sus historias, aunque ella no supiera que todas eran basadas en hechos de la vida real, su vida, real.
- ¿Si? ¿No es un poco tarde ya para una historia?-dejó escapar una risa tranquila de sus labios, acariciando la espalda de su pequeña, la cual negó efusivamente ante su comentario, dando pequeños saltitos de entusiasmo e impaciencia sobre su pierna, arrimándose a su brazo.
- ¡No, no lo es, no me duedmo si no me cuentas histodias!-dijo con un pequeño puchero, a lo que el contrario había sonreído enternecido por su tono de voz.
- Bueno, bueno, te la contaré, antes de que tu padre venga a regañarnos.-le había dicho en un susurro, asomando su mano como si estuviese contándole un secreto.- ¿Lista?
- ¡Lista, Lista!-se acomodó expectante sobre el contrario, observándolo atentamente, esperando a su gran relato.
- Bueno, esta historia será un poco diferente...-le dijo con una sonrisa, sin dejar su semblante sereno.
- Esta historia es sobre como un lobo y un vampiro, lucharon con las adversidades de sus propias vidas, para formar una relación de amor.
«Una relación... Que tuvo muchas repercusiones... » pensó.
«Mi relación.»
- Todo comenzó desde esa oscura noche en la cafetería...
El pueblo de Grafton es una localidad pintoresca, en el corazón de las montañas Apalaches. Sus calles adoquinadas serpentean entre frondosos bosques y el aroma de los pinos se mezcla con el dulce esencia las madreselvas. Es un santuario de árboles centenarios, donde el aire vibra con el canto de las cigarras.
Los residentes de Grafton son un grupo resilente: gente del diario, que se levanta con la salida el sol y trabaja duro en los campos. Por generaciones, se han contado historias que envuelven a cuatro familias, a quienes el pueblo debe su fundación: Sutherland, Finland, Walker y Shea. La marca de los fundadores ve frutos en un pueblo que, ante todo, sobrevive.
Pero si alguna vez te encuentras en Grafton, debes andar con cuidado. Tras la aparente belleza se esconde un secreto, una verdad que desafía el tiempo y la razón. Una melodía siniestra que reclama de entre las arboledas y que sólo puede acallarse con sangre...