A Serena la habían engañado con la absurda mentira de las almas gemelas y el destino. Demasiado ingenua para no caer ante esos hermosos ojos, demasiado torpe para mantener su atención. A Haruka le cegaron los desvaríos de un amor prohibido. Se entregó entera sin miramientos y le pagaron con un engaño. -¿Crees que a ellos les importa siquiera que estemos sufriendo? -murmuró Serena aguantando las ganas de llorar- porque, aunque mantengas tu papel de frívola e indiferente, sé que te dolió lo que Michiru nos hizo. Sus ojos brillaban por las lágrimas contenidas y sus mejillas estaban ruborizadas por el esfuerzo por aguantar el llanto. -No lo sé, sinceramente -respondió Haruka posando un brazo por los hombros de la rubia- pero creo que deberíamos darles una lección. -¿Qué es lo que tienes en mente? -curioseó un tanto preocupada. -Sal conmigo, cabeza de bombón. Demostrémosles que su peor error fue habernos engañado.