Posé mis manos en la cintura cerrando los ojos, a la ve que soltada un suspiro Miré al engendro que se hacía llamar mi hermano. Tenía dos latas de pinturas en la mano junto a mi libro favorito -¡MALDITO IDIOTA!- le grité -¿los pies tampoco te sirven para para pensar? El engendro soltó una carcajada -¿a caso no te gustan los pen**? Ya no tendrás que buscarte novio, cada vez que te levantes los verás en tus paredes ¿ o es genial?
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