¿Quién diría que sólo bastaban quince días para enamorarse? Nunca en la vida podía haber pasado por la cabeza de Rodrigo Del Valle. En su cerebro se mantenían asuntos más primordiales que el amor. Estaba su empresa y el deseo de llevarla al siguiente nivel. Su madre que, necesitaba una vida estable y tranquila. Quince días, con sus horas, sus minutos. Una cosa de clases sociales, de educación, de entendimiento. Una diferencia que no estaba comprendiendo el porque quería mantenerse fuera de esos sentimientos que lo arrastraban cada vez más a los brazos de aquella extraña. ¿Quién podría haberle dicho que su vida perfecta se desharía en quince días? Ella no era más que una mujer sencilla con una vida que no aspiraba a más. Una pareja y planes para el futuro. No había más, No había sueños.