Aquella voz tan suave y dulce era algo imposible de ignorar e, inevitablemente, MinHo cayó ante su extrema belleza.
Él odiaba aquellas reuniones de ricos a las que su tío le obliga a ir, podría hacer mil cosas más divertidas o incluso estudiar para sus exámenes, porque sí, a sus más de treinta tenía que estudiar también. Por primera vez, no se arrepintió de asistir.
El tiempo se detuvo y su mirada se enfocó en aquellos ojos brillantes que nada más terminar la melodiosa canción le sonrieron alegres. El pianista se levantó y saludó junto a él mientras marchaban entre vítores.
- Había oído que los Lee hacían un dúo maravilloso, me alegro de haberlos contratado ¿no crees, MinHo? ¿MinHo?
Pero el heredero ya no estaba allí. Él ya estaba caminado rápidamente entre los invitados porque no permitiría a ese cantante irse fácilmente.
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