Veintiocho vasos. Veintiocho caricias, y besos sin recuerdos. Un sabor amargo en la boca, dedos fríos sobre los muslos. SungKyu no tiene otra opción más que recurrir a su mejor amigo para buscar un nuevo departamento, donde descubre que el cuerpo recuerda más que la mente, aquella que siempre fue de fiar. WooHyun concurre cada fin de semana al bar del edificio, buscando vaciar su frustración amorosa con Kim MyungSoo, donde conoce por accidente a quien protagonizaría cada sueño a partir de esa noche: gritando lo mucho que había quedado impregnado en su piel.
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