La lluvia empieza a caer en aquella tórrida noche llena de sentimientos encontrados: amor, odio, rabia, culpa, tristeza, determinación. Sucrette medita sobre su relación con Kentin, desde que estaban en su antiguo instituto, hasta el día de hoy. Y ha llegado a la conclusión que la única manera de poner todo en orden, es prender fuego a la lluvia, incluso si ambos salen quemados en el proceso.