Kirishima Eijirou simplemente atesoraba cada recuerdo, cada lugar.
Sin importar quien lo haya provocado. Ese quien simplemente no lo dejaría ir.
Ese Eijirou testarudo.
La gente instintivamente temía aquello en lo que ni siquiera creía realmente y prosperaba lo sobrenatural. La defensa entre su mundo y el de la humanidad fue de los pocos elegidos que enfrentaron esos terrores de frente.
Debido a que no tenían miedo, Kirishima no tenía miedo de los demonios, ni mucho menos en realidad.