Estas palabras están dedicadas a aquellos que hartos de tener que ver el romance con buenos ojos solo porque ya no pueden con el peso de su soltería (por no decir soledad en demasía) buscan entre la literatura romántica un poco de consuelo, ese consuelo que en público les da vergüenza admitir pero que bien lo buscan mirando al techo de la habitación en una madrugada de insomnio. También están dedicadas a aquella persona de relación felíz y cada vez más duradera que ha tenido que pasar por las frustraciones temporales que una relación implica, no es necesario que se engañen, se entiende que por más que amen a su pareja en algún momento buscan un poco de libertad de la misma. Y para aquél que todo esto le importa un soberano carajo pero que también gusta burlarse internamente de las desgracias ajenas, también. Bienvenidas, pobres almas en desgracia.