"(...)que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada."
Tit 4, 3-16
¿A qué puede aspirar una mujer en el siglo XIX mas que ser una buena hija, posteriormente una buena esposa y finalmente una buena madre? Lena había sido educada de tal forma para seguir el correcto desarrollo de la mujer como lo dictaba la moral social y religiosa, prudente, sumisa y bondadosa, esperando pasar de la voluntad de su padre a la voluntad de su esposo.
Hasta que cierto día, mientras leía a escondidas como cada tarde agazapada entre las sombras que le ofrecía la capilla familiar, se encontró con otro mundo, una chica que bien estaba loca de remate o verdaderamente provenía de las estrellas, le contó de vida más allá de su sol amarillo, cuestionando y poniendo en duda todo su conocimiento.
Atraída por esas historias la acogió en la capilla, y sin percatarse Kara poco a poco fue enseñándole del amor.