Solo necesitaba que alguien me tendiera una mano. Solo necesitaba alguien que me dijera que todo iba a salir bien. Solo necesitaba a alguien que tuviera fe en mí. Y ellos fueron todo eso y más. Ellos me tendieron su firme brazo para que yo me sujetara de él. Solo hico falta un pequeño roce para que me sujetaran con fuerza y me levantaran del suelo donde había estado tirada todo este tiempo. Mis heridas sanaran, mis lágrimas se secarán, pero la esperanza que me dieron yo aseguro que nunca se apagara. Cometí un grave error, del que aprendí una lección: Los obstáculos no se olvidan, se superan.
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