La cuarta guerra ha terminado y se podría decir que la paz en la aldea oculta entre las hojas ha reinado, pero eso no significa que los ninjas de la villa no dejen de esforzarse para hacerse fuertes. Entre ellos está Sakura Haruno, una Kunoichi con escencial potencial en todo jutsu médico, desde lo más básico que era un rasguño hasta poder lograr restaurar algun organo que estaba por completo destruido o sin funcionalidad.
Su vida nunca fue fácil, mucho menos en lo que respectaba el amor, porque aquel amor del cual siempre estuvo enamorada jamás correspondió sus sentimientos y en su última visita, él le dejó en claro que jamás lo haría.
En uno de sus paseos nocturnos en la aldea, decidió ir a visitar el yacimiento vacío del clan Uchiha, pensando en que tal vez... Si aquella masacre jamás se haya realizado, aquel azabache que robó su corazón, no sería tan frío y distante con ella, hasta quizá habría existido la posibilidad en que le hubieran correspondido a sus sentimientos.
Sus pensamiento fueron interumpidos al ver a tan solo unos metros de ella una silueta de humanoide. Había una persona en ese lugar dándole la espalda a la peli rosa, por supuesto que aquella persona no se había percatado de su presencia, o solo hasta que ella habló.
-Etto... ¿Hola? -Aquella voz hizo que el cuerpo de esa persona se estremeciera y sin dudarlo, volteó a verla. Ella no logró ver su vestimenta ni rostro, pero sí sus ojos que iluminaban la oscuridad por su particular color rojo sangre. Se trataba del Sharingan. El rostro de ella mostró asombro y los de él también.
Aquel joven estaba sorprendido, lograba verla claramente por la luz de la luna que caía justo sobre ella. Jamás pensó en volver a verla, estaba algo cambiada, pero de algo estaba seguro.
Esa era la mujer de la cual se había enamorado.