Una oscuridad densa y profunda fue lo primero que me recibió al llegar... pero no importaba. Nunca ha importado que tan oscuro o iluminado esté, puedo ver cada detalle a la perfección. Veo al chico que está dormido en una pequeña y mullida cama cubierto con una gruesa manta tratando de protegerse del frío invernal que aqueja la ciudad. Entiendo que es él por quien he venido. Lo reconozco a la perfección. Ese ligero latido en mi interior me indica que es la persona a quien le ha llegado su hora.