Y sin darme cuenta me acostumbré, a mirarte desde mi ventana todos los días. Inconscientemente esparaba con ansias las cuatro de la tarde solo para verte durante unos segundos que para mí eran más que suficientes. Pero luego no lo sentí así, no era suficiente mirarte, quería hablarte, conocer tus puntos de vista, conocerte. Hasta que me arriesgué...