Lo vi alejarse dándome la espalda, con sus manos en los bolsillos, su caminar revelaba la confusión que lo invadía. Toqué mis labios que aún ardían por su beso, no recordaba a nadie que me besara de aquella manera. Mucho menos escuchar pronunciar aquellas dos mortíferas palabras. Entonces... ¿Por qué lo dejaba ir? Fue cuando me di cuenta que estaba perdiendo la oportunidad de amar y ser amado. Lo había esperado siempre. ¿Por qué permanecía parada en la arena como una tonta? Comencé a correr a toda velocidad y cuando estuve a cierta distancia de su cuerpo, pegué un salto colgandome en su espalda. Besé su mejilla y baje. Él se volteó a verme deslumbrandome con aquella sonrisa que tanto me encantaba. - Yo también te amo. -