Anârtari, solían llamarla los elfos. Fuego maldito, era su nombre para los hombres. Sin embargo, para los enanos no tenía nombre, ni existencia en la Tierra Media; ella es un suspiro en el viento para ellos, hasta entonces. Gandalf está harto de que alguien se propase en el "Poney Pisador" de cerveza a costa de suya, por eso un día decide plantarle cara aquel vil ladrón. Sin duda espera de todo menos encontrarse con ella. Sin saber quién es, a que etnicidad pertenece, o que nombre le pertenece en realidad, Gandalf no repara en ningún límite a la hora de exigirle que cumpla con su deuda sirviéndole en todo lo que le haga falta al mago. ¿Qué iba a saber ella que una simple deuda de alcohol la llevaría hacía una montaña guardada por un dragón escupe-fuego en compañía de trece enanos tercos y obstinados y un hobbit? Sin duda, se lo pensará dos veces antes de volver a beber más de lo permitido.