Quizás por haber nacido en el corazón de la selva montielera siempre me llamaron la atención los arboles, recuerdo aquellos algarrobos centenarios que rodeaban el rancho donde pase la infancia. Hoy ya nada queda allí, salvo las palmeras de yatay solitarias, roceadas con glifosato. En el andar por los caminos de la vida me encontré con un árbol asomado al balcón del ayer y que me motivo el siguiente relato