Su mirada se clavó en sus ojos haciendo así que ella, una chica tímida e inocente, quedara nerviosa, intranquila, incluso asuatada.
-No es tan difícil entender que a mí me gusta tener privacidad después de un día largo y agetreado. No suelo estar molestando a nadie con mis felicitaciones inoportunas y desagradables.-No apartaba la mirada fija de ella ni un solo momento mientras pronunciaba esas palabras.
Lo único que ella podía hacer era bajar la cabeza y obedecer. Así eran las cosas aquí, por mucho que pienses que es diferente, no, te equivocas. Delante de una cámara, un micrófono, subido encima de un escenario era un chico genial, una persona con la que podías reír sin ningún problema. Pero cuando ese tiempo se acababa se volvía frío, reservado, y muy arisco con quién quería, sobre todo con ella.
-No... No volverá a pasar, simplemente quería...-Sí ya de por sí era difícil hablar, él la corta.
-Tú no tienes porqué querer nada, cumple con tu trabajo, eso es lo que realmente tienes que querer. Hacerlo bien y que no te despidan.-Seguía muy serio y fijo en ella.
-¿Puedo retirarme ya?-Susurra ella apenada.
-Sí, lárgate, y tómate al menos dos días libre, a ver si cuando vuelvas ya tienes algo más de cabeza o igual la pierdes del todo.-La responde mientras se sienta en su cama.
Cuando escucha lo último se gira y va hacia la puerta con un paso muy decidido a tomar esa salida y poder ser libre durante un tiempo de este calvario que cada día sufre.
Gi-Hun busca acabar con los Juegos, pero no sabe que In-Ho, el hombre tras la máscara, arriesga todo para protegerlo. Entre la tensión de los retos y las miradas, ambos se acercan peligrosamente, atrapados entre el deseo, los secretos y un sentimiento que podría destruirlos.