Callamos tantas cosas, que terminamos ahogados con nuestras propias palabras. Sentimos que nos arde la garganta, nos lloran los ojos, y se nos cierra el corazón. Quedamos atrapados en una cárcel llena de ansiedad y miedo. La mente nos pide pensar fríamente, pero el corazón nos susurra que confiemos ciegamente, y quedamos con la duda de a quien seguir. Pero tal vez, y solo tal vez, logres entenderme.