De los dioses y los mortales fueron las flores, de ellas un jardín. Son estos versos más o menos osados y más o menos suyos. No fueron, quizás, suficientes flores para enamorarse, pero sí para sonreírse al menos una vez. De esa sonrisa nace este pequeño poemario repleto de referencias y sentimientos que coquetean vehementemente con el legado de los Olímpicos.
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