Aún te extraño. Podríamos estar juntos y lo sabes. Pero siempre has preferido que esto sea así, amargo, que tu amor sea tan adicto cómo el café, pero en ocasiones oscuro. En ocasiones dulce. A veces con algo más interesante... Pero al final lo dejas. Amargo. Sin beber por miedo a quemarte. O porqué simplemente dejó de gustarte. Como yo. Y me dejaste, olvidado, enfriando el corazón. Cómo tu café.