Ella era poesía, él era universo. Estaban perdidos entre galaxias hasta que un día la Luna los vio. Sonrió, cómplice de su destino. Era una noche melancólica ambos vieron el cielo de madrugada, ambos de pie sobre la cornisa, eran tan sólo dos almas perdidas. Y en las vidas pasadas, en lo que no fue, no es y no será; en las constelaciones de aquella noche les concedió su único deseo. La luna reinó en el cielo nocturno y cuando bajaron la vista se miraron. Y en la inmensidad del universo, con el frío viento en sus rostros se reconocieron, para al fin ser dos almas amadas.