Odiaba las sonrisas, porque ella sonreía falsamente para aparentar que estaba bien. Por eso odiaba las mentiras, porque ella mentía también en que ella misma se encontraba bien. Odiaba no haber podido hacer algo antes para ayudarla, y esta vez volvió a repetirse la misma historia. De pie, sin hacer nada, estático, sin saber qué hacer. Ver otra vez que ella sufría otra penuria, otra de tantas que tuvo. Otra vez fue un imbécil que no pudo hacer nada y ella una estúpida por mentener su sonrisa intacta.