Toda mi vida busqué a alguien que me acompañara en el camino, sin darme cuenta de que primero debía recorrerlo solo. Pensé que esa persona llegaría. Sin embargo, no lo hizo. Fue ahí donde entendí que sólo me tenía a mí. Debía amarme, cuidarme, pero, sobre todo, respetarme.
En el camino, y de forma inconsciente, seguía repitiéndome a mí mismo que no necesitaba de alguien para ser feliz y que la misma dependía única y exclusivamente de mí. Sin embargo, muy en el fondo, seguía anhelando el calor de un abrazo, la magia de un beso y el apoyo incondicional que brinda una pareja.
Cometí errores, confundí situaciones y aprendí.
No todos son como quisiéramos que fueran
No todos aman de la misma manera que uno lo hace
y...
No todos tenemos las mismas intenciones.
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