Ebi se miró en el espejo. Estaba inquieta por la presencia de Dean que salía lentamente de la oscuridad detrás suyo. Él le sonrió y se acercó. Fue fácil, pensaba ella. «Él escogió una víctima para su venganza, fue lo suficientemente hábil para que le sigan el juego. Era de esperarse, a nadie le gustaría ser el marginado o la marginada de toda una escuela». Ebi observó cómo el reflejo de Dean sacaba una navaja y la pasaba sobre su rostro. Él la observaba fijamente y ella aguantaba el dolor para dejar que la sangre la pintara. Algo era claro: El miedo de Ebi tenía que ser más fuerte que la idea de venganza hacia Dean.
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