"Pasajeros del vuelo 1A22 con destino Aeropuerto del Prat, Barcelona, por favor dirijanse a la puerta de embarque."
Agoney respira hondo antes de recoger sus maletas del suelo y dirigirse hacia donde la inhumana voz de la megafonía ha indicado que se dirijan los pasajeros de su vuelo.
Ha ido solo al aeropuerto porque desde pequeño ha odidado las despedidas, además, sabía que cualquier pequeño gesto le haría echarse atrás y no coger ese vuelo que iba a llevarle a una nueva vida.
Es 2 de agosto, empieza las clases en la universidad el 10 de septiembre y no tiene ninguna necesidad de irse tan pronto y rechazar el verano tinerfeño, pero Agoney prefiere marcharse con tiempo para adaptarse a su nueva vida, ya que cuando empiecen las clases no va a tener ni un minuto para sentirse miserable por haber tenido que huir de su hogar.
Cerca de las tres de la tarde el avión en el que viaja el canario aterriza en el aeropuerto de Barcelona, y es ese el momento en el que Agoney siente que ya no hay vuelta atrás.
Ha dejado atrás a sus niños del centro de menores, con quienes llevaba dos años trabajando, y aunque ahora va a estudiar educación social, siente que un trocito de su vida se ha quedado con ellos.
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Raoul tiene 17 años y vive en el barrio de Gracia de Barcelona, su vida es como la de la mayoría de chicos de su edad, estudia segundo de bachiller y cuando las responsabilidades se lo permiten, sale con sus amigos.
Pero al catalán hay algo que le motiva por encima de cualquier cosa, ser scout.
Lleva desde los seis años en Rakxa, el grupo scout de su barrio, y aunque en su vida las cosas ahora no vayan muy bien, ir allí cada sábado es lo que le salva la vida.