Cuando lo vio sintió miedo, miedo que pasara todo otra vez. No sabía si correr o quedarse ahí parada. Cuando lo decidió, ya era muy tarde, ya estaba en frente de ella. Ninguno de los dos sabía que hacer o que decir. Hasta qué ella tomo valor y lo saludo sorprendiéndose a sí misma, había prometido nunca más hablarle. Él también se sorprendió creo que nunca más iba a escuchar su voz. Le correspondió el saludo. Más silenció. Era un momento incómodo pero parecía como sí ninguno quisiera romperlo. -Tengo que irme, lo siento- fue lo último que dijo para luego marcharse y dejarlo solo otra vez.