A quienes todavía comparten ese placer, de no llevar ropas y aún así vivir bien, se les otorga el más benévolo de los compañeros, pues su pureza lo amerita. Se les entrega en manos, cual mascota recién nacida, la inocente presencia de una criatura viva, de felicidad intensa, carnes limpias, para que disfruten, para que vivan.
Por supuesto, ambos individuos compaginarán, pues comparten el mismo origen puro, sin ataduras, sin impedimento alguno, para vivir tal y como deben en un pequeño lecho.
El dolor original del primero de los dos, se desvanece en enseñanzas y el descubrimiento del amor, un amor que llena y que no lastima, que acaricia desde las entrañas y besa las heridas. Y las heridas se cierran y ya no hay espacios huecos sin conocimiento, la toxicidad se aleja y espera desde un pequeño cimiento una eternidad bienaventurada en la que podrán jurarse su amor férreo.
Obra en constante edición.
Inicio: 12/07/18.
Contenido homosexual.
Créditos de la ilustración: nhutoan399 en Pinterest.
Para Park Sung-hoon, el matrimonio es solo un trámite necesario para asegurar su herencia y mantener el control de la empresa familiar. Para Loa, es una salvación inesperada cuando está al borde de perderlo todo.
Un contrato, seis reglas estrictas y un acuerdo sin emociones de por medio... o al menos, eso creen.
Loa y Sung-hoon no podrían ser más diferentes: ella, una artista soñadora con un pasado lleno de cicatrices; él, un heredero frío y calculador que solo ve el amor como una distracción innecesaria. Pero a medida que la convivencia se vuelve inevitable y las líneas entre el deber y el deseo comienzan a difuminarse, ambos descubrirán que el mayor problema no será fingir ser una pareja perfecta, sino evitar que los sentimientos reales destruyan el trato que los une.
Porque en este juego de conveniencia, el amor nunca fue parte del contrato... ¿o sí?