Lina llega pisando fuerte a la oficina. Viste unos tremendos taconazos de stripper transparentes de dieciséis centímetros y se le ve toda la tanga; y esa tanga de pedrería es para lucirla, todo sea dicho. Sus zapatos hacen ruido. Todo el mundo se vuelve loco. ¿Qué demonios es esta locura? Marcos ya la tiene dura. Pero Lina sólo quiere una cosa: que le rellenen sus tacones de lechita.