Todo a lo que Amaia aspiraba, estaba conseguido. Ahora compartía vida con Alfred, y todo iba perfecto, levantándose cada mañana a su lado, pudiendo soñar junto a él. Una mañana él sale de casa y sufre un accidente de coche. A partir de entonces, Amaia debe de aprender a tirar por los dos. Todo los que querían debía ser aplazado, todos los viajes, los planes... Porque Alfred no tiene ni idea de quién es aquella chica que llora a su lado en la camilla del hospital.