-Más te vale que mantengas esa hermosa y sucia boca cerrada, bebe, porque eres mío ahora-El, con su ego a más no poder, me miro como si fuera el rey de toda Corea. Y bueno, en realidad si lo es. -Yo no soy un maldito objeto, majestad-Pronuncie las palabras con burla y sarcasmo, viendo cómo sus ojos se oscurecían de rabia.-Y si se diera el caso que lo fuera o me gustara ser tratado como tal, usted sería al ultimo al que le permitiría tratarme así. Una cosa es que me vendan al mejor postor, otra muy diferente es que me deje manejar y dominar. Eso jamás pasará. Mucho menos con Park Ji Min. Soy Jeon Jung Kook, y está es la historia de cómo fui vendido al rey de mi país por unas míseras monedas.
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