El olor a tabaco era pan de cada día en ese bar de mala muerte. Sus ojos bicolor brillaban con ferocidad en dirección a las presencias contrarias; quienes se encontraban en una esquina del lugar, con una joven chica de aspecto algo desaliñado. Sentado en una de las sillas de madera, con sus brazos apoyados en las mesa. Miro constantemente el aura que rodeaba a los hombres. -"Podridos".- pensó con un deje de asco. Pobre de aquellos hombres, pues su tiempo de vida estaban contados. Lo mejor del hecho, es que el propio "loco de las sombras" se encargaría de que su muerte sea lenta y dolorosa-. Con una sonrisa cínica, no pudo evitar y sus ojos emitieron una luz desapercibida, pero que emitía mucho sentimientos y no eran de los mejores.