Calder Hillenburg es reconocido por odiar a su familia más directa. No es un misterio que el nuevo duque de Bermont gusta en hacer la vida imposible a todo cuanto haya sido considerado en algún momento parte de su actual título.
Con su repentina llegada a Londres, los ciudadanos ya le habían adjudicado mil personalidades a su pésima, pero, lo que más llamaba la atención del nuevo duque, era su mirada, aquellos ojos ámbar, semejantes al mismo infierno.
Muchos decían que, por lo menos, era hijo del mismo.
Era una lástima que una hermosa y desafortunada jovencita se viera en la necesidad de pedirle el favor que Calder en algún momento le dijo que le pediría: casarse con él.
Blake Collingwood, hija de Los duques de Wellington, se había metido en problemas y la única solución parecía ser casarse con el enemigo de su familia, quien disfrutaría sobre todas las cosas aquel dolor y la haría pagar con creces el no haber aceptado su proposición en el pasado.
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Asher pensaba que tenía una vida perfecta. Era el mejor en su equipo de hockey, tenía las mejores notas en la universidad y un grupo de amigos que parecían serle fiel.
Pero cuando conoce a Skye, la hermana de uno de sus mejores amigos cree que la chica está loca. Tiene una actitud tan dura que es difícil de romper y suele irritarlo todo el tiempo desde que se ha mudado a vivir con su hermano y él.
Y cuando los chicos del equipo le proponen que no conseguiría conquistar a alguien como Skye, lo ve como un reto que está dispuesto a jugar, una apuesta para conquistar el corazón de alguien como Skye es suficiente para que Asher acepte, pues es demasiado competitivo y no está dispuesto a perder su puesto en el equipo de hockey y pasarse el resto del año en la banca como le han apostado.
Sin embargo, a medida que conoce a Skye, Asher se da cuenta que la chica es todo lo contrario a lo que le ha tratado de demostrar, conquistarla no parece tan complicado como pensaba y el corazón de ella no parece ser el único en juego.