- ¡Oye, tu! ¡Regresa aquí! -las lágrimas se mezclaban con la fría agua de lluvia mientras lo veía alejarse. Se detuvo. - ¿Qué razón tengo para volver? -me gritó, estaba de espaldas a mi, pero sabía que lloraba aún así. - ¡Aún tienes mi lápiz! -se me ocurrió decir. Se volteó a verme, sus ojos tenían lagrimas que podía distinguir a pesar de la lluvia. Comenzó a correr hacia mi hasta que estuve entre sus brazos. - Hasta la más pequeña e insignificante excusa es suficiente para estar contigo y quedarme.