Magdeline, la hija única de un matrimonio desintegrado, es una jóven con una dulzura que no encaja en la composición del papel en blanco que representa para su figura maternal, convive con dos individuos temperamentales, su padrastro y hermanastro, en insano y disfuncional núcleo familiar. Una noche borrascosa tuvo una fuerte discusión con los mismos y le provocó el impulso a desplegarse de la asfixiante seguridad que le proporcionaba su vivienda. Habría sido sencillo para Magdeline rechazar la propuesta del destino respecto a aventurarse en terrenos desconocidos y someterse a un terrorífico e inclemente ámbito, declinar una oportunidad oscura sin alternativa a prórroga, que aguardaría hasta que las puertas del ascensor se cerraran. Sin embargo, al verse en la inevitabilidad de sucumbir y dejar correr el flujo de su infortunio, Magdeline es ignorante al torrente de peligro al que se verá expuesta y la amenaza de destrucción inminente de su inocencia.