Corría el año 1986. El veintiséis de abril fue el día en el que algunos murieron, otros sobrevivieron para luego fallecer, y unos cuantos simplemente desaparecieron. Todos se fueron, dejando la comida caliente en la mesa, los televisores encendidos, los recuerdos de una vida en las habitaciones a las que nunca más se volvió, y los sueños que fueron sepultados entre las ruinas de una ciudad fantasma.