El viejo pescaba, solitario, en un bote en la corriente del golfo, y durante ochenta y cuatro días no había obtenido ni un pez. En los primeros cuarenta un muchacho lo había acompañado, pero, después, sus padres le dieron que el viejo estaba completa y definitivamente saldo, que es la peor forma de la mala suerte y el muchacho acato las ordenes de ir a otro bote que atrapo tres buenos peces en la primera semana. El muchacho se entristecía al ver que el viejo llegaba cada día al bote vacío y siempre iba a ayudarlo, ya fuese con los carretes de cuerda, el garfio el arpón o la vela plegada en torno mástil. La vela había sido parchada con cuatro costales de harina y parecía la bandera de una derrota permanente.