Hoy no he sido un buen día. Sus ojos inmersos en esa profundidad negra me están poniendo los pelos de punta. Sigue mirándome, como si de su presa se tratara. Quiero espantarlo, que se aleje de mí de una maldita vez, pero todavía sigue en mi ventana, posado sobre la misma rama que ayer. Su graznido aún plasmado en mi mente, incluso si no abre el pico, lo escucho. Hay algo raro en ese cuervo, pero me niego a averiguarlo. Solo espero que salga volando de aquí, de mi vida.