Helga. G. Pataki siempre ha estado perdidamente enamorada de Alnord S. hasta el pundo de crear altares en su honor, de escribir marabillosa poesia inspirada en su persona, de espiarlo desde el tranparente techo de la habitacion del joben de ojos esmeralda, de donde se pueden apreciar la estrellas. ¡Y que la condenacen! ¡Que la condenacen por loca, por obseciva! ¡No podia evitarlo! es que estaba tan obsecionada con el rubio que no podia evitar, por más que quiciera que lo intentace, no podia evitar el hecho de resguardar como unos de sus mayores tesoros todo lo que Arnold siquiera tocaba. Y a quien engañaba ese chico era realmente, su obseción.