-¿Alguna vez has mirado a un demonio de cercas?-. Me preguntó, con esa mirada socarrona, sus dedos trazaban pequeños círculos en mi mano, mientras que mis piernas se balanceaban encima de esa hierba verde que pinta las montañas. -No lo sé, no lo creo.- Le dije mirándolo y perdiéndome en su mirada. -Deberías de saberlo.