Mi trabajo es facilitarle las cosas a la muerte. Es un trabajo como cualquier otro, o al menos, eso me dijeron toda mi vida.
"La muerte es normal.
La muerte es inevitable.
Todos vamos a morir.
La muerte le llega a todos por igual ya sean ricos, pobres, animales, insectos y plantas; así que, no debes temerle a la muerte, pues tú serás su aprendiz de ahora en adelante."
Es un trabajo complejo pues para poder llevarlo acabó necesito asegurarme de no dejar evidencia, pruebas o pistas que puedan vincularme a la escena del crimen.
Debo ser tan sigiloso como la muerte misma, y no dejar cabos sueltos aún si eso significa matar a inocentes que no estén en la lista o mentir tanto como sea necesario y lo más importante nunca debo olvidar que yo no soy importante, mi vida y la de nadie tiene valor, todos somos fácilmente reemplazados.
"Nadie es indispensable" fueron sus palabras... y yo las creí.
Las creí, hasta que la conocí y la dualidad de su mirada, me invitó a cuestionar mi realidad.