Cuando era adolescente, recuerdo que estaba sola en casa y aprovechaba de encenderme un cigarrillo, me paseaba bailando o cantando por todas partes, como si nadie fuese a notar el olor, nadie lo hacía. Lo peor de todo fue cuando me pillaron, pensaba que nadie me había visto, pero todos lo vieron y lo malo de que todos te vean es que todos hablan, todos cuentan, todos exageran. Cuando empecé a fumar, creo que tenía entre catorce o trece años, era una niña, pero cuando me descubrieron a nadie le importaba. A nadie le interesaba en lo más mínimo porque lo hacía, por que comencé a hacerlo, cuando y con qué. No tenían idea de que era decepción, que estaba triste, enojada y sola. Me habían traicionado. Una amiga y un chico, mi primer amor. Desde ese momento cambie. Jamás llegue a preguntarme por qué decidí ser la perra mala a la chica buena y amable que todos amaban. Quizás porque siendo la perra, nadie te hiere y siendo buena te vuelves un blanco fácil de herir. Quizás por eso decidí ser la que lastima a la que lastiman. Y quizás por eso también descubrí que lo sigo siendo, yo soy la que lastima, lo lastimo a él. No sé cómo. Pero lo hago. Quizás es mi naturaleza, pero ellos me hicieron así. Tercera parte de
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