Era un día normal para mí. Como todos los días: Un desayuno junto mi familia. Miraba a mis padres que adoraba, a mi hermano mayor que no paraba de molestarme pero igual lo quería. Íbamos caminando al colegio para mirar a mis amigos como siempre. Todo iba bien. Fue un 15 de noviembre el día que me secuestraron. Lo último que recuerdo son los giritos desesperados de mi hermano Harry, tratando de ayudarme y llegar a mí mientras unos hombres encapuchados vestidos de negro me subían a una camioneta sin vidrios. Grite, patalee y di de golpes, pero nada sirvió. Lo que me gane fue una bofetada directo a la mejilla. Solloce en silencio mientras trataba de recuperarme. De repente pusieron un pañuelo en mi nariz que olía horrible.Comencé a sentir los parpados pesados y mis músculos dolían gracias al esfuerzo que hacía para liberarme. Todo fue en vano. No soporte más y deje que la oscuridad me arrastrara hacia un profundo sueño, del cual espero nunca despertar