Dicen que cuando menos esperas las cosas suceden pero en mi caso fue diferente, lo único que deseaba en ese momento era a alguien que me protegiera, alguien que me abriera sus puertas y me dejará entrar, como él lo hizo. No existen palabras para describir lo mucho que le agradezco no solo el abrirme sus puertas, sino que el también el haber sido el interruptor que encendió el circuito, quizás en este momento eso es lo que más le agradezco porque esta electricidad que me llena hoy en día es todo lo que jamás hubiera podido pedir y todo es gracias a él, el que encendió la luz. No tardé mucho tiempo en darme cuenta de que lo que yo veía como una simple velita era ni más ni menos que una ampolleta. Mis ojos de primera no eran capaces de ver lo que tenían al frente, quizás porque del algún modo la luz me cegaba y no me dejaba fijar mi vista al frente y mirar más allá de aquella superficie a la cual desde un principio tanto me negué. Lo que empezó con una simple chispa artificial no tardó en dar origen a una corriente real y duradera, a la cual día a día le aumento el voltaje, aunque solo espero que no termine sobrecargándose y para peor haciendo corto circuito.