"Cuando una persona te dice que tiene muchos secretos, los tiene para todos. Así que no importa lo que te diga, cómo te llame o el tiempo que pases a su lado; cuando dice que hay algo que no le ha contado a nadie, vives o mueres en la duda. Podría ser la primera y última mentira que te cuenta." Hay personas misteriosas por naturaleza; envueltas en una aureola de místico secretismo que evita la gran mayoría de miradas y atrae con una fuerza sobrenatural las restantes. Aquel, por supuesto, no era el caso de Sirius Black. El foco de atención era el único hogar que conocía en Hogwarts, como mano derecha de James Potter y segundo al mando de los afamados Merodeadores. Se le podría llamar un triunfador, erguido y abierto. Nadie se molestaba en mirar si cerraba el puño que guardaba detrás de la espalda. Charlotte Wiggins, si bien distaba de asemejarse al grandioso buscalíos, era el canto de la moneda; caminaba con rumbo fijo y la cabeza alta, con sus cualidades, sus defectos y su propio secreto a voces. No era una persona dada a amilanarse a la primera dificultad, o ser tumbada por la primera puñalada. Iba a asegurarse un futuro, y forjar su propio destino. Lo que no evitaba que se convirtiera en un desastre de mejillas ruborizadas y mirada esquiva cada vez que el joven Black le dedicaba una sonrisa por los pasillos.
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