Cuando tenía nueve años encontré un euro en el suelo, mientras volvía del colegio. Lo cogí y lo observé durante unos segundos. Estaba sucio. Los dorados y plateados de la moneda se habían apagado y ya no brillaban como cuando era nueva. Un lado de la moneda se había vuelto verdoso y a las esquinas del canto de la moneda se les había desconchado el oro. No sé porque, decidí guardarla, como un tesoro. Imagine todas las manos que la habían sostenido, todo lo que se habría comprado con ella, en cuantos lugares había estado. Pero nunca sabría nada de eso. Cuando conocí a Iris supe que aquella chica era como mi moneda. Era fría, dura, valiosa aunque por fuera pareciera sucia. Había estado en muchas manos, había visto muchos lugares, y, al igual que mi moneda, nunca sabría por lo que había pasado. O eso creía.All Rights Reserved
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