- ¿Te hice esperar demasiado, pulga? -cuestionó separándose de su escondite para poder mirarle, delatando la inmensa culpa que sentía al tiempo que le apretaba un poco más entre sus brazos sin darse cuenta, aunque al menor no pareció molestarle. ¿Cuántos años habían pasado? Ante su pregunta, Izaya rió un poco, pasando a acariciar la mejilla de su cazador con la punta de sus afiladas uñas, cortándole muy superficialmente antes de agacharse para lamer la pequeña herida, que al contacto de su lengua se cerró de inmediato. No pudo evitar sonreír con total alegría.