A tiempos desesperados, medidas desesperadas. Y es que a Raoul no le hacía ninguna gracia tener que fiarse de una insignificante hada que estaba sonriendo todo el rato, pero tenía que hacerlo si quería salvarse de la recogida de setas. La llegada del otoño traía consigo una caída de hojas y unos desalojamientos de casas. Todos los años por esas fechas, las hadas iban a avisar a los gnomos de que debían abandonar sus hogares e irse a las cuevas subterráneas. Pero ese año, un gnomo cascarrabias había decidido que no se movería de su níscalo.
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