Entrar en la mente de alguien no es sencillo. Es como intentar espiar dentro de una fortaleza, te buscará, luchará, intentará echarte. Pero solo tienes que continuar adentrándote hasta encontrar la esencia de esta. Eso es lo máximo que puedes ver. Lo que hace a una persona ser ella misma: sus creencias. No solo sobre dios. Sobre la ciencia, si el sol saldrá a la mañana siguiente, el hielo es agua congelada, las letras son dibujos a los que hemos dado significado. Todo esto son creencias, pequeñas y grandes, que nos marcan el día a día y nos hacen ser nosotros. La más importante y el éxito de si logras adentrarte correctamente en una mente es saber quien eres, que eres y que estás dispuesto a hacer. Esto es el trabajo de un psiquiatra. Controlar la mente de alguien es, si se puede, aún más complicado. Negar sus creencias, hacerle ver que puede ir más allá, mostrarle una realidad distorsionada y entregarle otra identidad es lo más difícil que puedes intentar con una mente humana. Esto no es el hacer de un psiquiatra. Es el deseo de un monstruo.
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